Todo comienza cuando conoces a un chico al que no le gustan las chicas que llevan pendientes, y tú te los quitas, aunque te sientas desnuda sin ellos.
Y de repente otro te dice que no le gustan las mujeres con el pelo corto y tú te lo dejas crecer hasta que coja la largura que a él le gusta.
Te enamoras de uno muy interesante, (que se cree) mucho más inteligente que tú, con mucho más mundo y experiencias, y éste te dice lo guapa que estarías con el pelo corto y moderno y que además así no irías siempre con el moño. Y entonces sin dudar, tú te rapas la cabeza.
Estos mismos son también los que te indican cómo vestir. Que si has de sacarte más partido, que si deberías maquillarte más o menos. Que te verías más femenina con tacones, o que mejor no lleves ropa tan provocativa.
Hay hombres que se permiten darte todos estos “consejos” y se molestan si no les haces caso, porque ellos lo dicen “por tu bien”. Por nuestro bien.
Y la cantinela ha calado tanto en ti, que ya no sabes qué es lo que te gusta, no sabes quién eres o eras y acabas haciéndoles caso a todos. Hombres de los que te enamoras, o no… Pero que de una manera u otra dirigen tu vida o al menos lo intentan.
¿Y tú? Tú cada día te haces más pequeña, ¡que digo pequeña! Diminuta, un guisante debajo de todos ellos. Sin saber si huir o quedarte para siempre. Cada día menos tú y más lo que él quiere. Tú desintegrándote poquito a poco, creyendo que es mejor conformarse, resignarse y aguantar. Creyendo que realmente esto es lo que mereces y que nunca encontrarás nada mejor, y que nadie te va a querer como él.
Y entonces, un día después de muchos, demasiados, decides que ¡no!, que ya no quieres más, que ya no puedes más, y te rompes… Y aparecen ELLAS.
ELLAS… Las amigas de siempre, las compañeras de trabajo, las mamás del colegio de tus hijos, las amigas virtuales, las primas, las mujeres de tu familia. Y se convierten en tu RED.
Sientes cómo te aúpan, te empoderan y te hacen reír de ti misma y de todo lo que te rodea.
Y lloras, lloras mucho… hasta quedarte seca, vacía del todo, para volver a llenarte de ti. Gritas, pataleas y te quedas afónica. Y un día tu voz cambia y vuelves a ser tú, ésa que se veía guapa en chándal o con los labios rojos. O quizás consigues construir una nueva tú, que te gusta infinitamente más que antes.
Y todo cobra un sentido diferente, todo es perfecto porque lo has decidido tú. Sin necesitar que aparezca nadie y sabiendo que si lo hace, te verá hermosa de cualquier forma, y se enamorará de tu forma de reír.
Y comprendes que sólo debías amarte, quererte bien a ti misma. Que sólo haciéndolo serás realmente feliz y estarás en calma. Sola o acompañada, y sobre todo con ELLAS, esas mujeres de las que ya no quieres prescindir porque con ellas la vida es mejor.
Ainhoa Mateo.